Para minimizar el riesgo de impagos y mantener una relación de confianza con tu arrendatario, considera estas prácticas:
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Selección rigurosa: Realiza una comprobación de solvencia y referencias antes de firmar el contrato. Conocer el historial de pago del candidato te ayudará a elegir un inquilino fiable.
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Depósito y aval: Exige un depósito de garantía suficiente y, si es posible, un aval bancario o fiador. Estos mecanismos ofrecen una cobertura extra en caso de impago.
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Ingreso domiciliado: Establece el pago de la renta mediante domiciliación bancaria. Así, cada mes el importe se cobrará de forma automática y evitarás retrasos por olvidos.
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Cláusulas claras en el contrato: Incluye en el contrato penalizaciones por retraso de pago (por ejemplo, intereses de demora) y fija plazos concretos. Un acuerdo transparente reduce la probabilidad de disputas.
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Comunicación proactiva: Envía un recordatorio unos días antes de la fecha de vencimiento y mantén una línea abierta de comunicación. Un simple aviso preventivo puede evitar que pequeños retrasos se conviertan en grandes problemas.
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Seguro de impago de rentas: Valora la contratación de un seguro de impago que cubra varias mensualidades. Es una inversión que protege tus ingresos y te ofrece tranquilidad ante posibles morosos.